Historia del Sombrero Charro

*Desde sus raíces hasta nuestros días

*El sombrero ancho en las rancherías

*General Zaragoza los vistió de charros

El sombrero charro identifica a México en el mundo y el tema es propicio ahora que estamos cerca del Mes Más Colorido de la Patria, mismo que abordamos con gusto para nuestros caros lectores.

El tema del jarano o sombrero es tan apasionante como su mismo nacimiento, que tiene sus raíces en España sobre todo en la época de la colonización.

Se insiste que viene de la vestimenta del jinete de Salamanca, en la comunidad de Castilla y León, aunque otros tienen la sensación de que viene del sombrero de ala y copa plana de rejoneadores, en Andalucía.

Dicen los enterados que en San Luis Potosí, México, fue donde se adaptó esta prenda y que fueron los Chichimecas y los Pames, que elaboraban con fibras de palma trenzadas, de copa alta, puntiaguda y con ala ancha.

Pero en Hidalgo, Guerrero, Zacatecas, Oaxaca, Estado de México, Michoacán o Jalisco, es común ver en rancherías o pueblo, a gente con sombrero ancho y que lucen orgullosos.

En  su gran mayoría lo portan personas mayores y es bonito ver esa estampa, porque hay que recordar que vestirse de charro es vestirse de México.

SURTIDO Y GRAN VARIEDAD

Como todo en la vida hay muchos tipos de sombrero, el Charro, de Palma, San Luis moderado, Pachuca, Coculas y Hacendados, entre otros.

El que se usa hoy en día por lo regular es de fieltro, paja de trigo o de palma, este último, de esos que antes se fabricaban en algunas cárceles.

En cuanto a su forma, cambia de una región a otra, aunque por lo general es de copa mediana y falda amplia.

Hay un pasaje histórico en el que se afirma que en 1861 el General Ignacio Zaragoza vistió con uniformes charros, trajes en color gris y sombreros, a su ejército de auxiliares.

MÁS, MUCHO MÁS

Historias en torno al jarano hay diversas y en esta ocasión retomamos datos de “El Traje y el Adorno en México”, de José R. Benítez.

En esas andanzas cuenta que Mina y Servando Teresa de Mier, que llegó a Soto La Marina en 1817, venían españoles procedentes de Navarra y Andalucía con el sombrero de sus regiones, prenda característica de los picadores de toros para el siglo XVIII.

Esos sombreros evolucionaron a mediados del Siglo XIX, para originar el verdadero y típico de nuestros hacendados que con galón o adornos, copa lisa o con “pedradas”, ala remangada o solamente gacha, es hoy en nuestros días el sombrero charro.

En la misma obra se cita que el jarano se comenzó a fabricar en la Mesa Central, es decir, unos sombreros de charro, con unas varas (jaras) muy finas, de donde precisamente se deriva el nombre, pero mal usado, ya que se generaliza también a los charros.

Y AÚN HAY MÁS

Pero eso no es todo. Se dice que el diámetro de los sombreros es de 45 centímetros, aunque los conocedores insisten que el tamaño depende de la estatura y el ancho de la espalda de quien lo porta.

Con el paso de los años, se agregaron más cosas al sombrero charro, como fieltro, pelo de conejo, seda o lana, por mencionar solo algunas, así como oro y plata para otros adornos, aparte del barbiquejo de gamuza.

La toquilla o ribetes, también van al gusto de quien lo porta. Mariachis y algunos cantantes usan el sombrero de algunas pedradas, pero es muy distinto al de la charrería.

En el cine mexicano hemos visto cantidad de sombreros, muchas películas, donde lo portan con orgullo: Javier Solís, Pedro Armendáriz, Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, Tito Guizar, José Alfredo Jiménez, Antonio Aguilar y “Chente” Fernández.

Sin embargo, ya para rematar, también denigraron el sombrero charro en una novela llamada: “Fuego en la Sangre”, con unos jaranos que parecían de panadero, por aquello de lo polveados que andaban.

Y no solo eso, sino también el equipo de futbol Chivas del Guadalajara hace años, le dio su pasada a la vestimenta charra, cuando dizque portaron con orgullo el atuendo nacional y donde más bien parecían “mamarrachos”.

Recordar y una de las cosas más importantes del sombrero charro, que sirve bastante de protección en caso de accidentes.

Y como siempre termino a mi manera, recordando que “Vale más vivir de alas, que morir de un pechugazo”.

COMENTARIOS A: charrocasama@gmail.com

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