La Grandeza de Joselito Huerta

*Unificó a la desgastada charrería

*Fue presidente de la Federación

*Siempre fue la Enorme Leyenda

         Este Día del Recuerdo está de plácemes porque hablaremos de uno de los tres últimos de los grandes y me refiero a don José de la Paz Huerta Rivera mejor conocido como “Joselito” Huerta, habiendo ya salpicado de nostalgia en otras entregas con don Carlos Sánchez Llaguno y de Jesús “Chuyín” Aceves Barba.

El “León de Tetela” de Ocampo es una leyenda, tanto de la tauromaquia como del Deporte Nacional por Excelencia y por eso en esta columna, hablaremos del valioso legado que dejó para las nuevas generaciones. Y es que siempre que se habla de Joselito Huerta, siempre se tiene que decir que ha sido uno de los mejores presidentes que ha tenido la Federación Mexicana de Charrería, sino es que el mejor, junto con don Javier García Sánchez.

Joselito Huerta una de las glorias del Más Mexicano de los Deportes y también de la tauromaquia, a quien hoy le rendimos homenaje en el Día del Recuerdo. Nació el 24 de enero de 1934 y falleció el 12 de julio del 2001.

En el toro destacó siempre y en grande, como tenía que ser en cada una de sus presentaciones. En la Plaza México escribió tardes memorables con letras de oro, donde toreó 40 corridas e impuso toda una marca al cortar ocho rabos, pero ahí mismo pasearon su féretro cuando lo llamó el Supremo Caporal.

Su figura erguida y su rostro dorado por el sol, aún los tengo en la mente.

A Joselito Huerta lo conocí cuando yo era un mocetón y es que en la radio escuchaba las corridas de toro, cuando aún vivía en las calles polvorientas de mi natal Tala, Jalisco. Ya en persona lo conocí en el Campeonato Nacional Charro de 1989, en la Unión Ganadera Regional de Jalisco, cuando cubrí mi primera Fiesta Grande y hasta me tocó entrevistarlo.

De recia personalidad y franco en sus conceptos, puse ante él la grabadora y recordaba cada suceso como si tuviera a la mano una mente fotográfica. Ahí iniciaban también sus aventuras reporteriles don grandes amigos que conservo hoy en día: Adán Leyva Avalos y Javier Rodríguez Acevedo el famoso “Cachanilla”, además de conocer a don Juan Alférez Chavarría el famoso “Charro Negro”, grupo selecto al que se unió cuatro años después el gran “Cande” González del meritito Colima.

La Llama Charra. Entre sus ratos libres a Huerta Rivera le daba por colear en los lienzos de Hidalgo y Tlaxcala, aparte de tener tantos y tantos amigos ligados con la charrería.

Fue vicepresidente en el Consejo Directivo de la Federación Nacional que encabezó  don José Islas Salazar. Renunció a su cargo cuando vino la mal recordada división en la charrería del país y que inició don Salvador Hernández Lucio.

Pero con tanto golpeteo por esa división, emergió la figura salvadora de Joselito Huerta y lo que parecía imposible, se hizo realidad gracias a su tenacidad y su carácter fuerte en los momentos difíciles: la unificación del Deporte Nacional.

La Asociación Joselito Huerta me tocó verla en acción en el Nacional del 89, en Guadalajara, habiendo conocido a sus hijos José, Jorge y Omar, así como a Iliana reina de la charrería mexicana.

Memorables Tardes. Joselito siempre fue un triunfador en todo lo que se proponía y así destacó en el toro, en la política y en la charrería. España también lo vio en sus grandes tardes, tan es así que en Logroño se le recuerda como el único torero mexicano que cortó una pata y en Sevilla una peña lleva su nombre, por eso y muchas cosas más, España lo vio pisar a fondo el acelerador.

Pero no todo es hablar de la gloria y los mejores momentos de su vida, porque también hay pasajes tristes, como cuando el 30 de noviembre del olímpico 1968, en el Toreo Cuatro Caminos fue cornado de muerte por el toro “Pablito” de Reyes Huerta y aunque vio la parca muy cerca, esa vez la libró.

Pero ni el dinero y menos la fama, marearon a nuestro personaje, quien debutó como novillero el 9 de noviembre de 1952, en Acapulco, presentándose en la Plaza México el 16 de mayo de 1954.

Desde entonces han pasado 56 años e irónico o no, pero se adelantó en el camino un 12 de julio del 2001 y desde antes ya era leyenda, esa que forjó con blasones todos los días hasta que lo llamó el Supremo Caporal a integrar su equipo de charros allá en el firmamento.

Y como siempre termino a mi manera, recordando que “Cuando el tiempo muda, hasta el caballo estornuda”.

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