Sebastián de Aparicio, Padre de la Charrería

*En 1532 empezó la Travesía

*Historias que No Tienen Fin

*Poema de Don Delfín Sánchez

 El beato Fray Sebastián de Aparicio es considerado el Padre de la Charrería e incluso el 30 de octubre del 2011 fue designado Patrono de los Charros, en Puebla capital, concretamente en el Templo de San Francisco, habiendo sido decretada su beatificación  el primero de mayo de 1789.

Es Día del Recuerdo, de los suspiros y también de dejar en claro que hay dos tipos de charrería, la de antaño y la espectacular ahora, pero justo es regresar la historia y revivir algunos pasajes de su nacimiento y esplendor, mismo que alcanza hasta nuestros días.

Parece un día para suspirar y en el fondo lo es, porque vamos a revivir el florecimiento de lo que hoy conocemos como el Deporte Nacional por Excelencia: La Charrería.

La historia ahí está y sigue más vigente que nunca. Por eso y muchas cosas más, honor a quien honor merece.

POCOS MONTABAN A CABALLO

En la época de don Porfirio Díaz, cuenta las historias que poco a poco se van convirtiendo en leyendas, que sólo un grupo privilegiado montaba a caballo, lo que era prohibitivo para los esclavos.

La historia charra sigue levantando suspiros y parece que no tiene fin. Siguen cayendo las hojas del calendarios y aprovechamos para desearles lo mejor de lo mejor, más ahora en tiempos del Covid-19 y donde el mundo sufre las consecuencias.

Es inevitable que cuando se habla de los antecedes charros, siempre hay que hablar de los españoles y de entre ellos emerge la figura de Fray Sebastián de Aparicio, quien vio mucho por los esclavos, allá por 1531 que se toma como fecha de las faenas en el campo.

El beato Fray Sebastián de Aparicio nació el 20 de enero de 1502, en Gudiña pintoresca aldea de Galicia, en España. Hijo de los campesinos Juan Aparicio y Teresa del Prado y en sus primeras tres décadas de vida, ya había recorrido varios lugares españoles, hasta que le tocó venir a la Nueva España, llegando a Veracruz en 1532. Murió en el lejano 1600, a la edad de 98 años de edad.

Como todo aventurero, jamás creyó que su nombre quedaría para la posteridad.

LA TRAVESÍA LLEGANDO A MÉXICO

Llegó a tierras jarochas a los 31 años de edad y siguió su travesía a Puebla. Sus conocimientos los empezó a compartir con los indios, esclavos y campesinos, indujo a algunos a arrear ganados, otros a lazar, domar caballos, jinetear y ahí empezó todo, como en viejos y felices tiempos.

Cuentan que con la rueda empezó a hacer caminos, incluso de Zacatecas a México se empezó a transportar plata y otros minerales, habiendo pasado a mejor vida a los 98 años de edad, dejando un valioso legado y sobre todo los inicios de lo que fue la charrería.

Y como la historias no tiene fin, cuentan que allá por 1519, Hernán Cortez trajo 16 caballos y los desembarcó en Tabasco, pero para ese entonces serían los primeros en América, aunque hay antecedentes que siglos antes ya había, y es que la paleontología así lo manifiesta al haber descubierto algunos fósiles equinos.

Desde entonces han pasado 500 años, cinco Siglos de tan importante acontecimiento y esa historia debe seguir más vigente que nunca. Esto es, que hace muchos años ya había vida caballar en América.

LAS MEMORIAS DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

En sus memorias, Bernal Díaz del Castillo el comunicador de aquellos días dejó escrito también ese valioso legado. La historia la escriben los grandes, esa que se forja día con día y en la que la charrería tiene un lugar especial, muy especial, pero que deben conocer las nuevas generaciones.

Se dice que los españoles Pedro Barba y Francisco de Garay, trajeron otros nueve caballos a América.

Hay un pasaje de la Batalla de Zempoala, donde Cortez derrotó a Pánfilo de Narváez y no sólo eso, sino que el Conquistador se quedó con 80 de los 100 caballos de que constaba el botín.

Historias como estas se entretejen bastantes, pero ya habrá tiempo de presentarlas en los Días del Recuerdo, porque además de que lo hacen a uno suspirar, hacen que uno recuerde la historia en los años de secundaria o de la preparatoria.

LOS CABALLOS HISTÓRICOS

Pero en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España que escribió Bernal Díaz del Castillo, hay varios detalles de los ejemplares que montaban.

Cortés un caballo castaño zaino que luego se le murió en San Juan de Ulúa, mientras que  Pedro de Alvarado y Hernando López de Ávila tenían una yegua castaña que murió en La Noche Triste.

Alonso Hernández Portocarrero una yegua rucia y que dice Bernal le compró Cortés por las lazadas de oro, otra rucia (Le decían “La Rabona”) era de Juan Velázquez de León.

Cristóbal de Olid montaba un castaño oscuro y otro igual era de Francisco de Morla y uno más de Gonzalo Domínguez, así como un alazán tostado de Francisco de Montejo y Alonso de Ávila, en tanto que un castaño claro lo tenía Juan de Escalante.

Diego de Ordaz tenía una rucia. Morón, Lares y Vaena, lo mismo que Ortiz y Bartolomé García, también traían buenos ejemplares

El habanero Juan Sedeño una yegua castaña, que se dice parió en el barco, pero murió en un combate ante los tlaxcaltecas.

POEMA DE DON DELFÍN SÁNCHEZ JUÁREZ

Ya para terminar. Ahora cerramos la entrega con un fragmento de uno de tantos poemas charros del ilustrísimo don Delfín Sánchez Juárez.

El que aprisiona a los toros

Al extremo de su lazo

El que manejó la lanza

Cuando se llamó Chinaco.

El que cargó 30-30

Siendo revolucionario

El que abandonó el terruño

Para volverse soldado

Cada vez que la patria

Volvió a escucharse

el reclamo.

Y como siempre termino a mi manera, recordando que “Aquí tejones, porque no hay liebres”.

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